Capítulo 5
Cuando Jaejoong despertó, Yunho
ya le había enviado su ropa. Aunque el esfuerzo lo debilitó, se mostró ansioso
por vestirse sin la ayuda de una enfermera.
Así que borró unas cuantas
semanas de su mente, se dijo. Pero unas cuantas semanas no equivalían a la
pérdida de memoria, ¿verdad? Sofocando la sensación de pánico que lo amenazaba,
se sentó en una silla. Desde luego que recuperaría esos recuerdos, como Yunho
le señaló y, además, no había olvidado algo importante.
Ni siquiera reconoció el
contenido de su bolso. Esperaba que algún objeto agitara el fondo de su
memoria. Esperó en vano. Tenía bastante dinero, en dólares y en wons, pero
ninguna tarjeta de crédito, ni fotos de Yunho.
Y Yunho, desde luego, no se
comportaba como Jaejoong lo recordaba. Ese aspecto lo desconcertaba por
completo.
Cuando se rompió el tobillo, en
Suiza, Yunho se puso furioso. Le dijo que era la única persona que conocía que
lograba quebrarse los huesos sin acercarse a un par de esquíes. Lo acompañó al
centro de primeros auxilios lanzándole recriminaciones acerca de los zapatos
que usaba y amenazó con cortarle el cuello si continuaba comprando de ese tipo.
El doctor lo consideró un monstruo de crueldad, pero Jaejoong sabía la verdad.
El dolor que Jaejoong sentía lo
estrujaba a tal grado, que reaccionaba con agresión ante la inquietud de sus
bien disciplinadas emociones. Censurarlo equivalía a demostrarle una dosis
estrafalaria de preocupada ternura.
Pero la noche anterior Yunho no
se enojó... al contrario, le pidió que se casara con él. ¿Cómo podía parecerle
eso real? Su maldita memoria escogió borrar los indicios que marcaban el cambio
en su relación con Yunho. Su misma presencia en Busan, cuando él siempre
viajaba solo a través del mundo, ilustraba una modificación radical en su
actitud. Pero, ¿qué provocó ese cambio?
No podía evitar evocar a las
personas con quienes Yunho aparecía en las páginas de las revistas. Hermosas,
con un largo árbol genealógico, ocupaban el alto sitio en la sociedad que les
correspondía. Con esa clase de personas Yunho se mostraba en público... en
obras de beneficencia, estrenos de películas, cenas presidenciales.
– No duermo con ellas. – le
indicó Yunho, descartando las acusaciones que le hizo, pero lo lastimaba de
todos modos. Se miró en el espejo y se consideró inadecuado y jamás recuperó la
confianza en sí mismo. Lo humillaba ser juzgada y fallar, sin ni siquiera
percatarse de que se había emitido una condena.
La puerta se abrió de golpe.
Yunho entró con el doctor a rastras. Hundido en la silla, con las pestañas
húmedas de lágrimas, se veía pequeño e indefenso, a pesar de sus ropas
carísimas.
Yunho cruzó el cuarto de una
zancada y se arrodilló a sus pies levantándole la barbilla con la mano.
– ¿Por qué lloras? – inquirió él
– ¿Alguien te molestó?
Si alguien se hubiera atrevido,
se las habría visto negras. Yunho se convirtió en un macho coreano en ese
instante. Protector, posesivo, listo para entablar batalla para defenderlo.
Bajo esa fría fachada de sofisticación, Yunho era un ser agresivo con opiniones
poco liberadas acerca de la igualdad sexual.
– Si alguien lo hizo, quiero
saberlo.
– Dudo mucho que nuestro personal
cometa esa clase de errores – refunfuñó el doctor Kwang, indignándose ante la
sugerencia.
Yunho puso un pañuelo blanquísimo
en la mano del convaleciente y se enderezó como un resorte.
– Jaejoong es un alguien muy
sensible. – asentó, seco.
Jaejoong sintió vergüenza y se
apresuró a secarse las mejillas.
– Las enfermeras me trataron de
maravilla, Yunho. Sólo estoy... un poco chillón.
– Como he intentado explicarle
durante la última media hora, señor Jung; la amnesia es una condición
angustiosa.
– Y, como también me explicó, no
es su especialidad.
El joven estudió a los dos
hombres, inquieta. Se enfrentaban como enemigos. El doctor Kwang lo observó.
– Debe sentirse confundido, joven
Kim. ¿Preferiría quedarse aquí algún tiempo y consultar a uno de mis colegas?
La posibilidad de que algo
interfiriera, impidiendo su boda con Yunho, lo llenó de miedo.
– Quiero irme con Yunho. – afirmó
con rapidez.
– ¿Está satisfecho? – indagó,
petulante.
– Tendré que estarlo. –
contemplando la cara radiante de Jaejoong que estudiaba el rostro de Yunho, el
médico se preguntó qué se sentiría ser adorado de ese modo.
El doctor les estrechó la mano en
señal de despedida y se fue. Yunho le sonrió a Jaejoong.
– El auto nos espera.
– No puedo encontrar mi pasaporte.
– le confió, preparándose para que dejara de sonreír. Yunho se exasperaba
cuando perdía cosas.
– Tranquilízate. – le dijo – Yo
lo tengo.
– Pensé que lo había perdido... –
suspiró de alivio –... junto con mis tarjetas de crédito y unas fotos.
– Las dejaste en Nueva York.
Le encantó la simpleza de esa
explicación. La culpa la tenía su falta habitual de organización.
– ¿Por qué lloras?
– No sé. – rió, pero mentía. Amar
a Yunho lo ponía bajo su poder; pero, por primera vez en mucho tiempo,
aceptarlo no le causaba temor.
– Mientras esté contigo, no te
preocupes de nada. – le pidió él, acariciándole los labios.
Desde que conocía a Yunho, la
preocupación formó parte integral de su vida diaria. Sin embargo, como esposo
de Yunho desaparecería la inseguridad que lo invadía... aunque al imaginarse en
ese papel estelar le parecía que soñaba.
– ¿Por qué quieres casarte
conmigo? – apretó las manos al lanzar esa osada pregunta en el ascensor.
– Me niego a vivir sin ti. – le
acomodó el cuello de la camisa de seda y escondió la etiqueta con dedos hábiles
– ¿Crees que podríamos dejar esa conversación privada para una ocasión menos
pública?
Jaejoong lanzó una miradita a la
sonriente pareja de ancianos que compartían el ascensor con ellos y se sonrojó
hasta la punta de los cabellos. Estaba demasiado absorto en sus propias
emociones para darse cuenta de que tenían compañía. Jung Jaejoong. Saboreó el
nombre en secreto y experimentó una felicidad intensa. Yunho le regalaba su
sueño, envuelto y con moño. Era obvio que si se rezaba con pasión y no se
perdía la esperanza, los sueños se hacían realidad.
Al caminar hacia el coche, el
calor del sol lo tomó por sorpresa. Sus ojos se clavaron en las rosas que
florecían en los prados que rodeaban la clínica y su estómago se contrajo con
violencia.
– Estamos en verano. Y tú te
enfermaste en septiembre.
Con calma inexorable, Yunho lo guio
hasta el auto. Ya adentro, lo envolvió una atmósfera familiar, pero todavía
temblaba de miedo. Yunho no dijo ni media palabra. Desde luego, siempre lo
supo. Sabía que perdió más que unas cuantas semanas, pero no vio la razón para
aumentar su alarma. Ahora todo tenía más lógica. No se maravillaba de que el
doctor Kwang se mostrara reacio a dejarlo partir con tanta rapidez. Ni que no
hubiera reconocido su ropa, ni su nuevo corte de cabello. O la transformación
de Yunho. Casi perdió un año de su vida.
– Yunho, ¿qué me sucede? –
inquirió, estremecido – ¿Qué pasa dentro de mi cabeza?
– No trates de forzar las cosas.
– su tranquilidad total lo reconfortaba – Kwang me aconsejó que no llenara los
vacíos por ti. Me recomendó que descansaras y que te consintiera. Recobrarás la
memoria por etapas o de golpe, sin duda alguna.
– ¿Y si te equivocas?
– Sobreviviremos. No me olvidaste
a mí. – la satisfacción brilló por un instante en los deslumbrantes ojos.
La persona que pudiera olvidar a Jung
Yunho todavía no nacía. Ese hombre inspiraba odio o amor apasionado, pero jamás
olvido. ¿Odiarlo? Frunció el ceño ante ese pensamiento peculiar y se preguntó
de dónde había salido.
– ¿Piensas posponer la boda? –
averiguó, inquieto. Era lo más obvio, lo más lógico. Y lo que más temía era lo
obvio y lo lógico.
– ¿Eso quieres?
Negó con la cabeza, sin atreverse
a verlo a los ojos. ¿Por qué seguía temiendo perderlo? Le pidió que se casara
con él. ¿Qué más podía pedir? ¿Qué más exigía?
No lo amaba, todavía no lo amaba.
Si ganaba, era por perseverancia y falta de competencia. No se consideraba alguien
difícil, imperioso, echado a perder o caprichoso. Era leal, generoso y los
niños lo volvían loco. Nunca tuvo otros amantes. Yunho tendría problemas para
encontrar otra persona con un pasado irreprochable, como el de Jaejoong. Y, en
la cama... la piel se le entibió al reconocer que jamás se negó a complacerlo,
que apenas podía contener su placer cuando lo tocaba. Más importante quizá, lo
amaba y él se contentaba con ese amor, mientras Jaejoong no le pidiera más de
lo que estaba dispuesto a darle. Tomando todo en consideración, no se casaba
con él, más bien lo promovía y aunque su orgullo rechazaba esa realidad, lo
juzgaba mejor que un choque de despedida.
– La boda tendrá lugar en unos
días. – anunció Yunho, con indiferencia, al tomar el teléfono y empezó a hacer
varias llamadas. Al descubrir que lo observaba, una sonrisa distendió su boca y
lo atrajo hacia él, protegiéndolo en el hueco de su brazo – Te ves muy feliz. –
comentó, aprobándolo.
Sólo un hombre locamente enamorado
perdía un año de su vida y se veía feliz. Se quitó los zapatos y se apoyó en su
pecho, pensando que era el mortal con más suerte sobre la tierra. Quizá si se
esforzaba en convertirse en el esposo perfecto, Yunho se enamoraría de él.
– Estamos en un congestionamiento
de tránsito. – susurró, en broma, tirando de la punta de su corbata y
sintiéndose mucho más osado que antes. Su próximo matrimonio disolvía sus
inhibiciones.
Yunho se puso tenso y olvidó lo
que decía. Jaejoong se inclinó sobre él y colocó una mano sobre su muslo, con
la otra le aflojó la corbata, jalando de ella con lo que esperaba fuera un
movimiento seductor.
– Jaejoong... ¿qué haces?
Al enfrentarse a las pupilas cafés
se ruborizó y, agachando la cabeza, empezó a desabrocharle la camisa.
Escondiendo una sonrisa pícara, se burló de su incredulidad. Era la primera vez
que desvestía a Yunho. También iniciaba el acto amoroso. Le pasó sus dedos
acariciadores por la piel y escuchó que él aspiraba y que la cruda dureza de
sus músculos lo alentaba a continuar.
Encontraba un inmenso placer en
tocarlo. Resultaba extraordinario, pensó de forma abstracta; pero, aunque la
cordura le indicaba que aquello era imposible, sentía hambre de ese hombre.
Apretó sus labios con amor sobre esa carne vibrante y le plantó un camino de
besos a lo largo de la garganta, hasta el vientre plano, de modo que él se
estremeció y soltó el teléfono.
– Jaejoong... –musitó, con un
suspiro entrecortado.
Su mano permaneció sobre el
muslo. Mientras lo tocaba, Yunho gimió en lo hondo de su garganta y Jaejoong
captó el maravilloso poder que poseía. Lo hacía temblar, inclinando hacia atrás
la cabeza, al mismo tiempo que un rubor afiebrado acentuaba sus rasgos. Siempre
fue así de fácil, reflexionó, asombrándose de la respuesta de Yunho.
– Jaejoong, no deberías de hacer
esto. – respiraba con rapidez y sus palabras se oían opacas e indistintas.
– Me divierto. – le confió, un
poco mareado por su atrevimiento, pero confesándole la verdad.
– Per amor de Dios, ¿En dónde
está mi conciencia? – exhaló, mientras Jaejoong le recorría con la lengua la
cintura.
– ¿Qué conciencia? – musitó,
perdiéndose en un mundo voluptuoso propio al abrirle la cremallera.
– ¡Cristo! Me vuelves loco. –
tomándolo por sorpresa, se apartó de las manos de su amante a toda velocidad –
No podemos hacer esto. Casi llegamos al aeropuerto. – afirmó, titubeante.
– Estamos en un congestionamiento
de tránsito. – en una agonía de mortificación más intensa de la que jamás
experimentara, lo contempló con sus hermosos ojos oscurecidos por el dolor.
Con una breve maldición, él lo
abrazó, tomando su boca con un hambre salvaje y dominante que le robó el
aliento de los pulmones y lo dejó más ansioso que nunca. Cada nervio de su
cuerpo se desató en un cúmulo de sensaciones en medio de ese abrazo. Aplastado
contra cada línea de Yunho, lo olió y lo saboreó, hasta que la cercanía de él
se le subió a la cabeza con la potencia de un narcótico.
Separando su boca de la de
Jaejoong, enterró su cara entre su cuello. La separación lo lastimó, aunque lo consoló
que el corazón de su amado se oprimiera contra su pecho. Lo sentía luchar para
recuperar el control. Un largo suspiro lo estremeció.
– Estás demasiado débil para
hacer esto, Jaejoong. Se supone que debes descansar. – le recordó con rudeza – Así
que ten un poco de piedad, ¿mmmm? No me tortures.
– No estoy enfermo. Me siento de
maravilla – ignoró el dolor de la base de su cráneo.
– Lo dices porque crees que eso
quiero oír. – le lanzó una mirada de desaprobación y se apoyó contra el asiento
– ¿Cómo puedes sentirte a las mil maravillas? Debes sentirte al borde de la
muerte y cuando te lo pregunte, así me lo contestas. ¿Quedó claro?
– Como el cristal. – inclinó la
cabeza, luchando por sofocar la silenciosa explosión de alegría que lo invadió.
¿Por qué se reía? ¿De qué demonios se reía? Su cuerpo aullaba ante la privación
a que él lo condenaba. Realmente no era gracioso, pero hasta que tuviera un pie
en la tumba guardaría en la memoria la expresión de incredulidad de Yunho
cuando Jaejoong, y no él, tomó la iniciativa... para variar.
Lo impactó. ¿Cuándo se hubiera
imaginado que poseía esa capacidad? Lo hacía sentir el hombre más seductor del
mundo. ¿Y no era exquisito al máximo, que el egoísta Yunho abrazara la fidelidad
para beneficio exclusivo de Jaejoong?
Antes, estaba convencido, Yunho
hubiera aceptado su invitación, satisfaciendo sus inclinaciones naturales sin
preocuparse en lo más mínimo. Esa preocupación significaba mucho para Jaejoong.
La generosidad significaba un paso hacia el amor, ¿o no? En medio de esa
felicidad, Jaejoong lo escuchó ladrar instrucciones por el auricular a algún
desafortunado que sin duda se encogía en el otro extremo del teléfono. Quiso
sonreír; sabía por qué Yunho estaba de mal humor.
Atravesaron el aeropuerto a toda
velocidad, mientras los guardaespaldas los protegían de los reporteros. Cuidaba
su intimidad con una ferocidad que más de un periodista llegó a lamentar.
– ¿Quién es el pelinegro, señor
Jung? – gritó alguien.
Sin previo aviso, Yunho se
volvió, sujetando a Jaejoong con el brazo como una banda de acero.
– El futuro señor Jung. –
anunció, tomando a todos por sorpresa, incluyendo al joven.
De repente surgieron decenas de
preguntas frenéticas, acompañadas por el resplandor de muchas cámaras
fotográficas. Pero la poco característica generosidad de Yunho hacia la prensa,
terminó allí.
Cruzaban el pasadizo hacia el
avión cuando sucedió. Algo oscuro y espantoso surgió de su mente y la asaltó.
La sensación casi la paraliza de miedo. Vio a una anciana con cabello gris y su
bondadosa cara llena de desesperación. ¡No debes hacerlo... no debes! le rogó.
Y, cuando la imagen desapareció, dejando pálido y mareado a Jaejoong, su pánico
se centró en el avión.
– No puedo subir. – exhaló.
– Jaejoong. – lo previno Yunho.
– ¡No puedo... no puedo! No sé
por qué, pero no puedo. – la histeria surgía, al mismo tiempo que retrocedía y
alzaba las manos.
Yunho avanzó, le plantó las manos
en la cintura y lo levantó en vilo. Dominada por el miedo, luchó con violencia.
– ¡No puedo subir a ese avión!
– Ya no es tu responsabilidad. –
Yunho lo sostenía con una tenacidad de hierro – Te voy a secuestrar. Piensa que
nos fugamos. Buenas tardes, capitán Kim Joon. Ignore a mi prometido. Tiene
fobia a los vuelos sin alas de plumas.
El piloto luchó por mantener la
compostura facial.
– Trataré de que tenga una
travesía tranquila, señor Jung.
Yunho ascendió la escalera de dos
en dos, sentó a Jaejoong en un sillón y le abrochó el cinturón de seguridad
como si fuera una cadena para mantenerlo bajo llave. Luego le tomó las manos.
– Ahora respira despacio y
contrólate. – le ordenó – Puedes gritar durante todo el camino a Japón, pero no
sacarás nada. Piensa que este es el primer día que descansas en toda tu vida.
– Vi a esa mujer. – musitó,
aspirando aire y contemplándolo con los ojos desorbitados – Recordé algo. Dijo
que no debía hacerlo...
– ¿Hacer qué?
– No lo explicó. – consciente de
que se comportaba como un tonto, su voz apenas se escuchó – Tuve la sensación
de que no debía abordar el avión, de que dejaba algo atrás. Me agobió. Me
aterró.
– ¿Sigues sintiendo miedo?
– No, claro que no. Discúlpame.
Me volví loco, ¿verdad?
– Captaste una imagen en
retrospectiva. Empiezas a recobrar la memoria. – diagnosticó – No fue una
experiencia agradable.
El vuelo duró dos horas. No
estaban solos. Los acompañaban dos azafatas, dos guardias de seguridad y una
secretaria ejecutiva que tomaba notas cada vez que Yunho abría la boca. Lo
único raro era que siempre que Jaejoong los miraba, apartaban la vista, como si
tuviera una plaga o una enfermedad contagiosa.
– ¿Podrías prestarme una revista?
– le pidió a la azafata, para distraerse.
– No tenemos revistas ni
periódicos a bordo, joven Kim. Lo siento. ¿Le sirvo la comida?
– Gracias. – le pareció extraño
que no tuvieran una revista a bordo. Sin embargo, sólo la hubiera hojeado.
Tarde o temprano tendría que decirle a Yunho que era disléxico. Se encogió ante
esa posibilidad. Nunca esperó poder engañar a Yunho durante tanto tiempo, pero
de algún modo él le facilitó las cosas.
Si entraban a un restaurante, él
pedía el menú y ordenaba por ambos. Aceptaba que Jaejoong recordara los recados
telefónicos en lugar de escribirlos y se mostraba tolerante cuando olvidaba los
detalles. Nunca lo criticó porque no leyera libros. De vez en cuando, le
compraba uno, pero no le preguntaba de qué se trataba. Y Jaejoong, ¿por qué lo
ocultaba?
Recordaba que lo consideraban un
estúpido, antes de que diagnosticaran su enfermedad en la escuela. Recordaba
que los posibles padres adoptivos retrocedían ante la mención de la dislexia,
asumiendo que representaría más problemas al educarlo. Recordaba que las
personas lo trataban como un analfabeto. Y, si Yunho descubría que iba a
casarse con un hombre para quien la escritura era una serie de imágenes borrosas,
quizá se arrepentiría.
Al aterrizar en el aeropuerto de Tokio. le dijo que
terminarían el trayecto por helicóptero.
– ¿Dónde nos hospedaremos? –
indagó la joven.
– En ningún lado. Iremos a casa.
– contestó.
– ¿A casa? – repitió – ¿Compraste
una?
– Espera a que la veas. –
respondió Yunho, con ademán negligente.
– No la conozco, ¿verdad? ¿No la
olvidé también?
– Nunca has estado en Tokio. – lo
tranquilizó.
Odió el vuelo en helicóptero y
mantuvo la cabeza agachada para no marearse.
– ¿Espantoso? – murmuró Yunho,
ayudándolo a bajar del aparato.
– Espantoso. – corroboró,
tragando saliva.
– Debí suponerlo, pero quería que
vieras la Castellenone por aire. – lo llevó hasta una orilla del helicóptero y
lo volvió hacia una dirección precisa – Este es un buen punto. ¿Qué opinas?
Si no lo hubiera sostenido, se le
habrían doblado las rodillas. Castelleone era una mansión con torres y un foso
cubierto de lilas.
– No estaba en venta cuando lo
encontré, ni se veía tan bonito como ahora.
– ¿Bonito? – protestó, recobrando
el uso de la lengua – ¡Es magnífico! Debió costarte una fortuna.
– Tengo dinero para tirar y nada
en qué gastarlo. – le acarició el cabello con los dedos – Lo catalogaban como
monumento histórico, lo cual resulta muy inconveniente, pues las renovaciones
debieron ser autorizadas. Los expertos a veces se vuelven insoportables.
– ¿Bromeas? – se quejó.
– Claro que no. ¿Acaso se puede
vivir con un sistema de drenaje del siglo diecisiete, cariño? Te parecería una
costumbre bárbara. – Yunho respiró por encima de la cabeza de Jaejoong – Pero
los expertos y yo llegamos a un acuerdo. Envié la fontanería original a un
museo y dejé de amenazarlos con tapar el foso. Después de eso, nos entendimos a
las mil maravillas.
Su sonrisa desapareció al
observar la palidez del chico y las ojeras de su cara.
– Creo que debes meterte en la
cama.
– No quiero meterme en la cama.
Quiero ver la mansión. – temía dormirse y despertar para descubrir que su residencia
y su próximo matrimonio con Yunho sólo era un sueño.
– Ya tuviste toda la emoción que
puedes soportar en un día. – lo cargó en brazos cuando Jaejoong trató de
caminar en dirección opuesta – ¿Por qué sonríes?
– Porque siento que entré en el
paraíso... – titubeó, lanzándole una mirada de adoración – y... y te amo tanto.
La sangre tiñó las mejillas de
Yunho y endureció la mandíbula. Sin preocuparse, Jaejoong le rodeó el cuello con
los brazos.
– No soy un santo. – se defendió
él.
– Puedo vivir con tus defectos.
– Tendrás que vivir con ellos. –
la corrigió – El divorcio no se halla entre tus opciones.
– No es muy romántico hablar de
divorcio antes de la boda. – replicó, haciendo un gesto de dolor ante su
respuesta.
– Jaejoong... ya deberías
saberlo, no soy muy romántico; ni poético, sentimental o idealista. – le
recordó, serio.
– Pero haces el amor en coreano.
– repuso, con una vocecilla.
– ¡Es mi lengua materna!
Por alguna razón peculiar estaba
enojado. Así que decidió darle por su lado. Si creía que raptarlo, casarse con él
en unos días y llevarlo a vivir a una mansión en Tokio no debía considerarse
romántico, era su problema. Quizá le convendría no compartir de ese modo su
éxtasis con Yunho. Pero le costaba trabajo contenerse. Sentirse débil y exhausto
no le impedía desear ponerlo en posición horizontal y cubrirlo de besos y amor
agradecido.
En lo alto de una escalera
interminable, Yunho se detuvo para presentarle a Hyuk Jae, quien ostentaba el
título de mayordomo.
– Ahora, ¿calculas que puedes
clavar esos pies en la madre tierra por un rato? – inquirió, sardónico.
– No, si me sigues cargando. –
suspiró.
Abrió la puerta, atravesó un
amplio cuarto y lao colocó sobre la cama. Jaejoong lanzó un chillido de
contento, alzó una pierna y se quitó un zapato, luego repitió la acción con el
otro.
– Dispuse que te viniera a
examinar un doctor en media hora. ¿Supones que podrías verte un poco menos
agitado?
– ¿Para qué necesito un doctor?
– La amnesia es una enfermedad
angustiosa, o eso dicen. Yo nunca te había visto así... o al menos – hizo una
pausa – no en mucho tiempo.
– Nunca antes me pediste que me
casara contigo. – susurró.
– Un terrible error. Jamás
trataste de seducirme en el asiento posterior del auto tampoco. – observó,
mirándola con fijeza. De repente desvió su atención – El doctor Lee no te
molestará demasiado. Cree que el tiempo todo lo cura. – caminó hacia la puerta,
ágil como un leopardo tras su presa – El esposo de Hyuk Jae te ayudará a
meterte en la cama.
– No lo necesito.
– Jaejoong – lo atajó – una
pequeña desventaja que adquieres al convertirte en mi esposo, es que te
servirán de rodillas; así ahorrarás energía para dedicarla a alcanzar metas más
satisfactorias.
– ¿Cómo cuáles? – indagó, con los
ojos chispeantes.
Las pupilas sombrías la
recorrieron con lentitud, calentándole la pelvis y estrujándole el estómago.
– Lo dejo a tu activa
imaginación. Buenas tardes, cariño. Te veré mañana.
– ¿Mañana?
– Órdenes médicas: tranquilidad y
descanso. – le recordó Yunho en broma y cerró la puerta.
Una vocecilla la susurró: estabas
flirteando con él. ¿Qué tenía eso de extraño? No recordaba haberlo hecho antes.
Como regla, estudiaba y elegía con cautela sus palabras al hablar con Yunho,
del mismo modo que uno camina alrededor de un volcán dormido. Sólo que al
principio fue tan ingenuo que barbotaba todo lo que se le ocurría.
Pero ahora no era consciente de
esa barrera. Yunho ya no lo intimidaba. ¿Qué sucedió? Algo, durante el curso
del año pasado. Sin embargo, Yunho afirmó que no la había visto actuar así en
mucho tiempo. No entendía. Pero, concedió abrazando la almohada de encaje y
listones, lo único que importaba era que se sentía de maravilla, loco,
totalmente feliz...
Me pregunto que pasara cuando recuerde todo, y sobre todo que pasara si Yunho se entera que tiene un hijo.
ResponderBorrarCuando esos pequeños fashbacks aumenten que hará Yunho. No puede evitar por siempre que Jae recuerde su pasado y sobre todo a su hijo.
waaaaaaaa JJ no se acuerda de su hijo !! y yunho seguro q no quiere
ResponderBorrarq JJ recupere la memoria al menos no hasta q esten casados e.e
dadsadsad esta genial gracias x compartirlo :)
que ara yunho si jae recupera la memoria antes de que se lleve acabo la boda y que sorpresa se llevara cuando se entere que tiene un hijo y mientras no recupere la memoria se preocuparan por saber en donde se encuentra tanto yoochun como su amigo y si hijo que pasara que pasara por favor no demores en subir otro capitulo esta muy interesante
ResponderBorrarJaejoong no se quería ir porque según yo sus instintos maternos querían hacerle recordar a su hijo pero YunHo se lo llevo y este se olvidó de eso u.ú
ResponderBorraresos años que estuvieron separados YunHo debio extrañar a Jaejoong muchísimo por eso esta haciendo todo por tenerlo junto a el pero y su hijo que????
como reaccionara YunHo cuando se entere que tienen un hijo????
ACTUALIZA por favor ya posaron muchos días y nada y solo subiste uno no es justo que nos tortures se ese modo por fisssssssssssssssssssssssssss si no demores si puedes poner los todos te lo agradeceré mucho no importa dos o tres de cada uno yo los leo de verdad pero ACTUALIZA :) por lo que mas quieras hasta pronto cuídate bye bye
ResponderBorrarCuando recuerde por lo menos a su que pasara? Ojalá Yunho comprenda todo
ResponderBorrarMe preocupa que Jae Joong no recupere su memoria.
ResponderBorrarQuiero que la comience a recordar lo antes posible, aunque se va a enojar horrible con YunHo cuando esto pase y vea que se casaron sin él estar completamente sano como para tomar una decision razonable.
Sigo preguntandome que pasara con Changmin
Vaya que esta tomando ventaja Yunho, pero Jaejoong igual, ahora se esta atreviendo a hacer cosas que de otra forma lo habria hecho.
ResponderBorrarSigamos leyendo, haber que pasa.
Yunho creo que cuando regresen sus recuerdos lo pagaras muy feo
ResponderBorrary Minnie necesita a su omma :(
Ahora recien quieres hacer todo lo que debiste hacer cuando estaban juntos, yunho?
ResponderBorrarBueno por lo menos ahora le muestras mas amor del que se lo mostrabas aunque lo estas haciendo de la forma incorrecta, cuando Jae recuerde la verdad no le va a gustar nada lo que paso y mas cuando sepa que dejo a su hijo...... y que decir cuando Yunho sepa la existencia de Changmin .....
Las cosas se vana a poner muy feas
Me preocupa en demasia lo que pasencuamdo Jae rwcupere la memoria y se de cuenta que dejo abamdonado a su hijo u.u
ResponderBorrarTERRIBLE SITUACIÓN,CREO QUE JAE NO VA A PERDONARLO ....CUANDO RECUERDE QUE POR SU CULPA NO RECODO A SU HIJO.......GRACIAS
ResponderBorrar